MICRORRELATOS DE TERROR


MICRORRELATOS DE TERROR
Estadística. 
La muerte se declaró en huelga indefinida, la incertidumbre creada aumentó notablemente los intentos fallidos de suicidio.
Superstición fatal.  
Comprobó con pavor el vacio en su libreta de direcciones antes de quitarse la vida. No pudo asimilar su inminente futuro. Su mente repetía constantemente las atrocidades descritas en aquel powerpoint, en caso de no reenviarlo inmediatamente a quince de sus amigos, pronto se harían realidad.
Sin Dignidad.
Ya no era capaz de recordar el tiempo que llevaba allí, tampoco recordaba con exactitud las caras de las personas que llevaron con él, una decena de hombres y mujeres jóvenes con los que fue encerrado durante dos días y dos noches. Cuando al tercero los confinaron en diferentes habitáculos oscuramente acristalados, comenzó el suplicio. Los primeros días podía escuchar los alaridos de dolor de una mujer que debía estar situada en la celda contigua, con el tiempo aquellos gritos y lamentos se fueron apagando hasta desaparecer.
Aparecían de forma aleatoria, unas veces con aquellos sofisticados instrumentos químicos de tortura, capaces de provocar un sufrimiento extremo sin dejar señal física. Otras, en cambio, le propinaban una brutal paliza con los puños desnudos, o se entretenían hurgando en sus zonas más sensibles con diferentes objetos cortantes y punzantes.
Colocaban aquella música repetitiva a un volumen ensordecedor, mientras era ultrajado por personas y objetos de diferente sexo y naturaleza, con violencia inusitada en la mayoría de las ocasiones.
Las drogas que le suministraban hacían que los tiempos entre cada sesión parecieran hacerse eternos, intentaba contabilizar los segundos para no pensar, poner la mente en blanco para huir de las alucinaciones, pero el mínimo crujido le provocaba otra taquicardia, el terror se apoderaba de su mente y solo sus lamentos y súplicas podían aplacar el miedo.
La última vez que se abrió la puerta, nadie entró. Se acercó tembloroso hasta el final del pasillo y abrió una segunda puerta, una potente luz azulada cegó sus ojos al tiempo que, entre gritos y aplausos, escucho aquella voz femenina dirigirse a él por megafonía:
“¡Oscar González, lo sentimos, ha sido nominado por el público!, ¡Debe usted abandonar la casa!”
Negro humor – humor vítreo.
Nació con ojos negros como el carbón.
- La niña de mis ojos! – se enorgullece el minero, mientras muestra las cuencas vacías a los turistas.
Fisonomía del Terror.
Abre sus ojos, inertes, sin brillo. Fijo los míos más allá, manteniéndolo en mi ángulo visual. Se acerca, inclinándose sobre mí. Permanezco inmóvil. Siento su áspero roce como un escalofrío que encrespa todo el vello de mi cuerpo. Contengo el aliento simulando la muerte. Se mantiene largo tiempo a escasos centímetros, estático, acechante. Parece no poder verme.
Mi estómago cruje. La abominación se gira elevando sus fauces, olisqueando la oscuridad. Retengo un instante el reflujo amargo. La criatura trepa al techo confusa. Mi corazón truena pidiendo auxilio. Vacío con sigilo mis pulmones, exhalando la hiel que perfora mi tráquea. Puedo apreciar el avance del hálito que mana de mi boca, buceando entre la penumbra hasta envolver con un aura olivácea las fosas nasales del engendro…
Soy hallado días después, desnutrido, víctima de acusados espasmos. Su fiero bramido continúa aturdiendo mis oídos.
Con las uñas descarnadas, acurrucado en un rincón de mi celda, escarbo la pared acolchada en busca del interruptor.
Rigoris Luctus.
No vertí una sola lágrima mientras preparaba el riguroso luto por mi hermano gemelo.
En realidad no recuerdo haber llorado nunca. Mi madre se limitó a ignorar mi existencia. Si me guardó algún cariño supo mantenerlo ausente, pues mis mejillas jamás conocieron el tacto de sus labios. Mientras dormía, alcé el velo negro con el que cubrí su rostro para poder besarla, entonces comenzó su agonía. Si la muerte le sobrevino aquel frío amanecer o decidió abrazarla en el ocaso, para ella ya resulta irrelevante.
El molesto resuello nasal de mi padre acompañó durante años al pausado soniquete de las manecillas del reloj. Abrió los ojos. La serenidad abandonó su semblante al intuir mi presencia. Su enjuta figura quedó pronto doblegada por mi aliento. Erguido ahora frente a mi madre, parece observar su quietud sin parpadear.
Sentados los cuatro alrededor de la mesa, inertes y en silencio, creo derramar una lágrima. Al fin siento que formo parte de la familia.
El diablo en el campanario. Este microrrelato está inspirado en el fantástico relato homonimo de  Edgar Allan Poe

-Ese tic tac que escuchamos hace rato proviene del gran reloj de siete esferas situado en el campanario. Cuentan que aquí, en Vonder-Votteimittiss una vez al año el tiempo es alterado aleatoriamente por el mismísimo diablo. La primera vez a las doce del mediodía osó tocar trece campanadas, provocando el envejecimiento prematuro de la población.
Son casi las doce en punto, !somehcucse sus sadanapmac…¡
Cuando apenas quedaban décimas de segundo para el mediodía, el reloj se detuvo momentáneamente. Un instante repleto de silencio. La manecilla comenzó a girar inapelable, esta vez en sentido contrario. Nadie entiende desde entonces el complicado lenguaje utilizado por los allí presentes…
Solo (Nacho Ruiz)
No consigo establecer contacto con Houston. Tengo un pequeño problema y no puedo decir aquello tan gracioso de "Houston, tenemos un problema" porque, para qué, no me oyen. Pero eso no es lo peor. Estoy encerrado en este cubículo de un par de metros que gira casi sin control dando vueltas al planeta a 36.000 km. de altura y no puedo decir "Houston, tengo un problema”. Conecte con el canal que sea, solamente oigo una carcajada histérica. Además, se ríe de mí y me dice que a ver cómo salgo de esta lata a 36.000 km. de altura. Pero eso no me asusta. ¿Por qué tendría que asustarme una carcajada? Por nada. Creo que me preocupan más lo golpes que dan a la puerta.
EN EL LAGO MALDITO 
En un lugar llamado "La cuenca del diablo ", así suelen decirle los habitantes de San Florencio, un pueblo al sur de Onajolamat, a un lago que según la tradición de los colonos es maldito. Se encontraba un grupo de estudiantes universitarios venidos desde la capital (Lesyac), realizando investigaciones sobre supuestas apariciones de espectros no identificados. Estas apariciones ocurrían en el sexto mes, el día seis, a las seis de la mañana; aparentemente, estas apariciones eran provocadas por las almas en pena que se liberaban del infierno. Los estudiantes tenían ya un mes sin observar nada fuera de lo normal, creyeron que las cámaras “Kirllian” y los detectores “Bio Masa” fueron llevados en vano. Desde el día que llegaron colocaron el magnetófono para grabar psicofonías, pero no obtenían resultado, ya las cintas virgen se acababan y decidieron guardar la última que quedaba para el momento en que realmente escuchen algo extraño, pero en ese día del mes 6 al amanecer escucharon un escalofriante ruido que les erizó la piel, era un aullido penetrante combinado con lamentos, se dispusieron a encender el magnetófono para grabar los sonidos y los extraños lamentos que percibían, pero inexplicablemente las baterías que llevaron estaban descargadas. Cuando se disponían a averiguar de donde provenía ese horrible sonido se encontraron a uno de sus compañeros totalmente blanco, tieso y sin ojos... ellos se asustaron mucho, pero decidieron no darse por vencidos y tampoco podían salir de allí. Así fueron sucediendo cosas extrañas. A medida que se iban acercando a la verdad y a punto de esclarecer dichos acontecimientos fueron muriendo uno a uno por el temor de ver tan espeluznantes fantasmas que los dejaba blancos, tiesos y les quitaban los ojos para realizar ese brutal ritual de todos los años. Allí quedó la investigación, desaparecieron la mayoría de estudiantes y los que sobrevivieron están contando esta historia...
IN HUMUS
      Después de vomitar, me quedó la sensación de un completo vacío en mis tripas, junto con el sabor amargo de la bilis entreverado con mi saliva. La casa estaba vacía,sólo el tic-tac interminable del reloj de pared me hacía compañía. Afuera, sólola cantina permanece despierta, esperando que aún regrese por mi última porción de alcohol.
      Desde la ventana observé la calle vacía,lúgubre, únicamente acompañada por la mortecina luz de un poste, que se encierra en el pavimento como una inmensa luciérnaga aplastada. Sé claramente lo que sucederá, el pecho me palpita premonitoriamente, es una manera de creer para vivir y vivir para creer.
      Todavía estaba borracho y con los párpadosentrecerrados veía las luces sólo como brillantes imágenes borrosas. Me latían las sienes cada vez con más fuerza y un sudor frío me recorría el cuerpo.
      No podía caminar, ni siquiera moverme, depronto empecé a tambalear y caí como un tablón sobre el pavimento.
      Desperté en un hospital, en la habitación número trece para ser exacto, mi madre y mi hermana estaban sentadas junto amí. Cuando desperté, ambas se abrazaron y mi hermana salió corriendo de la habitación. Mis amigos entraron con tantos regalos, que fue preciso quitar las sillas de espera para que pudiese admirar todos. Había sufrido un derrame, y había permanecido así tres días en coma.
      El médico entró en la habitación, se le veía preocupado. Invitó a salir a todos y cerró la puerta tras de ellos.
      -Pensé que ya había pagado mi pecado –le dije, mientras ponía una inyección en el suero. Él sonrió con complicidad
-.¿Cuándo saldré de aquí doctor? –pregunté cuando sacaba la inyección.
     -Muy pronto –dijo-. Creo que ha habido una equivocación.
       Vuelvo a despertar con la sorpresa de que todo está oscuro. De repente veo cómo se encienden unas llamas a mis costados,miro hacia arriba y observo una placa metálica con la inscripción:   
“SERVICIO DE CREMACIÓN
“LA ESPERANZA” ”

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